El “corazón” de los ordenadores es el procesador. Esta metáfora nos ha acompañado durante años con Intel y AMD como hacedores de esos corazones que se mueven a ritmos de millones de pulsaciones por segundo medidas en gigahercios. Estos ordenadores han ido evolucionando con el tiempo adelgazando en dimensiones y peso, al tiempo que aumentando la productividad gracias a los avances en el diseño de las CPU.
Tradicionalmente, Intel y AMD han competido por ofrecer los mejores procesadores, tanto en prestaciones como en eficiencia energética, e integrado en sus propuestas elementos como la conectividad y funciones multimedia. Hace más de una década, Intel consiguió posicionarse en el liderato con sus micros Intel Core, especialmente en el segmento de los portátiles. Ante esa circunstancia, y de forma similar a lo que sucede en la Fórmula 1 cuando un fabricante de motores consigue dar con la clave que hace que el resto esté a unas décimas de segundo para los rivales lo que queda es resignarse o invertir en innovación.
Durante años, AMD parecía haberse resignado a ocupar un segundo lugar en rendimiento mientras hacía que el precio influyera en su audiencia más que cualquier otra variable. ¿O no?
Las necesidades de los portátiles
A diferencia de los equipos de sobremesa, los portátiles tienen limitaciones serias en aspectos de diseño industrial. Se buscan equipos delgados, ligeros, bonitos y potentes. Pero la potencia está asociada a consumos energéticos elevados, que precisan de sistemas de disipación de calor que ocupan un espacio nada desdeñable, lo cual es un primer reto importante al que se ha ido haciendo frente con mejoras en el sistema de refrigeración..
Del mismo modo, se ha avanzado en tecnologías de integración ─y hoy algunos portátiles con gráficos integrados permiten incluso que puedan usarse para jugar sin problemas─ a medida que las tecnologías de fabricación de los chips han ido empleando tamaños de transistores más pequeños hasta llegar a los 14 nm, 12 nm, 10 nm o incluso 7 nm, como sucede con los procesadores más recientes de AMD. Parece que AMD no ha estado tan ajena a la pelea y ha conseguido integrar en sus procesadores para portátiles (unidades APU), la misma arquitectura GCN de sus gráficas Radeon adaptada a las limitaciones de diseño de este tipo de ordenadores, claro está.
El riesgo de dormirse en los laureles
Con los microprocesadores Intel Core, Intel consiguió combinar un elevado rendimiento con necesidades de refrigeración compatibles con diseños como los de los convertibles, ultrabooks o 2 en 1. Esto es, pantallas de 13’’, un peso de apenas 1,3 Kg y autonomía suficiente como para trabajar sin preocuparse por los enchufes.
Hasta tal punto Intel consiguió estar por encima de AMD, que ralentizó sus procesos de I+D alterando sus cadencias de evolución tanto de la tecnología de fabricación de los transistores como de la arquitectura de los procesadores. Y ninguna de las dos cosas es asunto baladí.
De la tecnología de fabricación depende que los transistores sean cada vez más pequeños (consumen menos energía y caben más en una misma superficie). Y a la arquitectura están supeditados factores como la ejecución de más instrucciones por cada “latido” o ciclo de reloj; la capacidad de modificar el rendimiento de forma dinámica o predecir con más precisión cuál será la siguiente instrucción de un programa para “adelantarse” a su ejecución.
No obstante, durante varios años Intel apenas ofreció soluciones innovadoras y disruptivas. AMD tampoco parecía capaz de dar un salto significativo en sus chips, sino que mantenía una posición resignada como fabricante de soluciones de bajo coste y prestaciones modestas, esencialmente para plataformas de sobremesa.
El despertar de AMD
A principios de 2017, AMD presentó su nueva arquitectura Zen con una mejora espectacular en aspectos como la potencia o el consumo energético. Una arquitectura eficiente, elegante y solvente, que en estos apenas tres años ya ha pasado por tres iteraciones: Zen, Zen+ y Zen 2. Con cada una de ellas, ha mejorado tanto en arquitectura como en tecnología de fabricación.
Con Zen, materializada en las familias de procesadores Ryzen para consumo y Epyc para servidores, el foco fueron los equipos de sobremesa, poniendo en serios aprietos a los procesadores de Intel y forzando un “cambio de marcha” que ha sido lento y complicado. AMD, con la primera iteración de la arquitectura Zen, desarrolló también procesadores para portátiles, aunque con un recorrido corto.
Con Zen+, la siguiente generación de la nueva arquitectura, AMD se centró de un modo más “serio” en los procesadores para portátiles con las familias Ryzen 3xxxU y Ryzen 3000H. Su tecnología de fabricación es de 12 nm y llevan gráficos integrados Radeon Vega, aprovechando el hecho de que AMD es una empresa experta en tarjetas gráficas.
Estos procesadores, aún en una etapa temprana de evolución, ya son capaces de competir de tú a tú con sus propuestas equivalentes de Intel, superándolas incluso en el capítulo de capacidades multihilo. De hecho, los procesadores Ryzen 5 y Ryzen 7 para portátiles cuentan con cuatro núcleos físicos y ocho hilos lógicos, un logro que Intel ha tardado bastantes generaciones en conseguir.
Portátiles con AMD: una realidad sin pegas
Honor, que además de smartphones fabrica ordenadores portátiles, ha apostado por la primera generación de procesadores AMD Zen para portátiles en los equipos MagicBook, con CPU Ryzen 5 2500U. Y ahora, con la nueva generación MagicBook y los equipos MagiBook 14 y MagicBook 15, amplía su oferta de soluciones con los procesadores Ryzen 5 3500U y Ryzen 7 3700U y arquitectura Zen+.
MagicBook 14 y MagicBook 15 consiguen posicionarse muy bien en la categoría de equipos delgados y ligeros tanto por solvencia de CPU y gráficos como por equipamiento. Así, exhiben memoria RAM de hasta 16 GB y almacenamiento SSD de hasta 512 GB, conectividad donde no falta USB-C ni USB 3.0, así como elementos adicionales en el apartado de la biometría, como el lector de huella dactilar.
Un portátil con procesador AMD, en última instancia, ya no significa tener que elegir entre el precio y las prestaciones; o el precio y el diseño, o el precio y elementos de valor añadido como la biometría. Es más, AMD ofrece un mayor rendimiento multihilo, así como en gráficos. Este último se acerca al que podemos tener con gráficas discretas como las GeForce MX que encontramos en un buen número de equipos de 13’’ y peso por debajo de 1,5 Kg. Y viene a “compensar” el modesto músculo gráfico que tradicionalmente han exhibido los procesadores Intel Core.
En los equipos MagicBook de Honor, comandados por procesadores AMD, también encontramos elementos tan interesantes como la carga rápida de 65 W, que permite tener casi el 50 % de la batería cargada en media hora.
Más datos y menos prejuicios
En tecnología, los prejuicios se superan con datos. Y el rendimiento de los procesadores AMD Ryzen con arquitectura Zen+ habla por sí mismo. La asignatura pendiente de los primeros AMD Zen, que era el rendimiento con un único núcleo, aprueba con los Zen+ a la espera de que lleguen los procesadores AMD para portátiles con arquitectura Zen 2, donde consiguen resultados notables. Y en el rendimiento multihilo, arrojan mejores cifras que las propuestas equivalentes de Intel.
Sin prisa pero sin pausa, AMD está haciendo valer la “frescura” de una nueva arquitectura, mientras que Intel tiene que apurar aún más la suya, aunque ya ha sido optimizada en numerosas ocasiones. El resultado de esta competencia beneficia a los usuarios, quienes ahora ya tienen múltiples opciones donde elegir para comprarse un equipo solvente a un precio que, en el caso de los Honor MagicBook 14 y MagicBook 15, parte de 599 euros para la configuración de 8 GB de RAM, 256 GB de disco SSD, pantalla de 14’’ y procesador AMD Ryzen 3 3500U. En cuento a dimensiones, lucen un grosor de 1,6 cm y un peso de 1,38 Kg en una estética estilizada y diseño robusto.
Mientras AMD refina sus propuestas, con sus procesadores para portátiles con arquitectura Zen 2 de 7 nm previstos para dentro de algunos meses, Intel se ve obligada a acelerar sus ciclos de innovación, pero esta vez desde la obligación de no quedarse atrás y revisando, de paso, sus políticas de precios. De nuevo, el usuario sale ganando.
Imágenes | Honor