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Aunque no lo creas, hubo una época en la que los teléfonos móviles no podían hacer fotos. De hecho, se decía que solo servían para llamar, y nada más. Ahora, cualquier smartphone incorpora una o varias cámaras con las que capturar al instante nuestro alrededor.

Mucho tiempo ha pasado desde que, en el año 2000, a un fabricante asiático se le ocurriera integrar un sencillo sensor en la cubierta trasera. De aquel primer modelo con un sensor de 0,11 megapíxeles hasta los 48 megapíxeles de la cámara trasera del Honor View20 y la perforación en el frontal para una segunda cámara de la que hablaremos más adelante, hemos pasado por casi de todo.

Así, hemos visto móviles más parecidos a videocámaras que a un teléfono, tapas que cubrían los sensores, pantallas abatibles, cámaras 3D e incluso el tan criticado notch que muchos continúan maldiciendo. En este artículo, repasamos el diseño y la tecnología de los sensores de las cámaras de móvil, desde sus orígenes hasta los más recientes y avanzados del planeta.

El primer móvil capaz de hacer fotos llegó de Asia

Comenzamos remontándonos unos pocos años atrás: recién estrenado el siglo XXI, en Asia se lanzaba al mercado el primer teléfono móvil con cámara integrada. Existe un pequeño debate sobre cuál fue realmente el primero: algunas fuentes hablan de que el Samsung SCH-V200 inauguró esta categoría de dispositivos; otras se refieren al Sharp J-SH04 o al Kyocera VP-210 como los precursores. Sea como fuere, vino de Oriente y, como veréis por la siguiente imagen, los fabricantes no buscaron ocultar nada.

Parece haber consenso en que se trata de una innovación venida de Asia, a camino entre Japón y Corea del Sur, y en torno al año 2000. El aporte técnico para la época fue increíble, a pesar de que hoy nos parezca hasta irrisorio: estaba protagonizado por sensores de 0,11 o 0,35 megapíxeles y, debido a limitaciones de espacio, los teléfonos solo eran capaces de almacenar unas pocas fotografías en su interior.

Las resoluciones con las que se tomaban las capturas en estos primeros terminales fotográficos eran suficientes para las exigencias de principios de siglo (valga como referencia que 0,35 megapíxeles equivalen a una resolución de 720 x 486), para los ordenadores de entonces y, sobre todo, para los monitores de tubo de aquel momento.

Hoy en día apenas servirían para un avatar en una red social. Por supuesto, no existían tecnologías como HDR, filtros, mejoras por software…, y muchos recordamos aquellos tiempos por las instantáneas borrosas y de calidad mediocre que, sin embargo, mostrábamos con orgullo.

La cámara se convierte en protagonista

En una época en la que la fotografía digital tomaba cada vez mayor protagonismo, las cámaras comenzaron a hacerse un hueco en las traseras de todos los teléfonos del mercado. Al principio como una característica premium, pero a los pocos años era fácil encontrar una cámara detrás de cualquier móvil, aunque fuera básica.

La integración de los sensores dependía, cómo no, de cada fabricante. La realidad es que los parecidos de las cámaras de los móviles con las compactas de la época eran muy significativos, e incluso algunos fabricantes lanzaron al mercado híbridos con aspecto de cámara, pero funcionalidades de teléfono. Es el caso de Nokia con su N90 (año 2005).

Tenía una pantalla abatible que «transformaba» el dispositivo en una cámara de vídeo, eso sí, más por su formato que por sus verdaderas cualidades. Estábamos aún muy lejos de la alta resolución, pero los 352 x 288 píxeles con los que grababa vídeo supusieron una ventaja competitiva frente a sus rivales.

Enseguida, al sensor de 2 megapíxeles fabricado por Carl Zeiss, se le añadirían tecnologías de autoenfoque o zoom digital 20x. Llama especialmente la atención el «formato cámara», incluyendo botones específicos para tomar las capturas o iniciar la grabación.

Este original formato no se volvió a repetir, no al menos con el éxito del N90. Poco después, el fabricante finlandés presentó el Nokia N95 (2006), que volvió a un aspecto más tradicional y con un sensor de 5 megapíxeles que supuso un verdadero antes y un después, de hecho, se consideró como la mejor cámara en teléfono de la época.

Por aquellos años también vimos el Sony-Ericsson K800i (206), el primero bajo el sello Cyber-shot de Sony que, muchos recordarán, era el utilizado para los productos fotográficos. Lucía un sensor de 3,15 megapíxeles con flash xenon integrado en un diseño ladrillo.

Como curiosidad, incluía una tapa que protegía el sensor y que había que abatir manualmente para poder tomar las instantáneas. Si antes hablábamos de los parecidos razonables del N90 con las videocámaras de la época, en este caso la semejanza aludía a las cámaras de fotos digitales de aquellos años.

Durante este tiempo -poco más de un lustro-, las cámaras pasaron a ser parte importante de los cuerpos de los teléfonos móviles, estando integradas en el diseño aunque con grandes semejanzas respecto a las compactas de la época. Esto era un impedimento a la hora de miniaturizar la tecnología: además de incluir nuevas características cada vez mejores y más potentes, los fabricantes también buscaban hacer los teléfonos más pequeños. Para lograrlo, los grandes sensores utilizados en estos tiempos no servían.

El concepto actual de smartphone llegó en torno a estas fechas, en forma del iPhone Edge (2007) y poco después del HTC Dream (2008), el primer teléfono comercial con Android. Poco a poco, salvo contadas excepciones generalmente por cuestiones de privacidad, la cámara se ha convertido en un componente fundamental y presente en todos los smartphones.

Integración en el diseño

El «teléfono inteligente» incorpora una interesante novedad en cuanto al diseño y a la integración de la cámara: el cuerpo es un único formato de «bloque» y la cámara se integra en él sin grandes aspavientos. Se trata de una nueva etapa en la que los sensores empiezan a pasar casi desapercibidos ocupando un pequeño espacio circular o rectangular en la trasera y otro en las zonas sin pantalla del frontal.

Con los smartphones también llega la simplicidad de uso: sin tapas, botones específicos ni pantallas que se abatan; con tan solo con pulsar un botón «virtual», es posible sacar una fotografía o un vídeo. Todos pasamos a tener una cámara en nuestro bolsillo, y a usar las aplicaciones de fotografía que aparecen por doquier y, sobre todo, las redes sociales en las que la imagen es esencial.

Al mismo tiempo, los usuarios hemos ido demandando una mejor calidad de las fotografías: al principio, al menos al nivel de las cámaras compactas y, luego, fijamos la aspiración con las réflex como referente. En consecuencia, los fabricantes han incluido la tecnología necesaria para ello haciendo que en muchas ocasiones el apartado fotográfico sea el protagonista absoluto del teléfono.

En algunos casos, la implementación de la cámara trasera ha requerido que esta sobresalga del cuerpo del teléfono por cuestiones técnicas en muchas ocasiones, pero también por decisión de diseño. Otras apuestas estéticas y funcionales se han decantado por reservar mayor espacio para los múltiples sensores que han ido surgiendo en el mercado desde los primeros terminales con cámaras 3D (2011), que luego dieron paso a tres, cuatro o incluso más sensores.

Por ejemplo, los Huawei Mate 20 Pro y Huawei P20 Pro optan por una triple lente fabricada en colaboración con Leica y aprovechan la información «por triplicado» para mejorar las capturas realizadas.

No podemos dejar de lado el famoso notch, la ceja que ha caracterizado multitud de frontales de los smartphones más recientes. Con la moda del «todo pantalla» que supuso la supresión de las bandas superiores donde se alojaban sensores y cámara, el notch vino a ser el destino de estos elementos perturbando la visualización del contenido mínimamente.

Es cierto que hay notchs grandes y otros más pequeños, pero cumplen la función de dar más superficie de pantalla útil. No obstante, los fabricantes han dado otra vuelta más de diseño y tecnología ofreciendo una alternativa a la ceja. La marca pionera en este sentido ha sido Honor, con el modelo View20 que acaba de presentar.

Se trata de una propuesta donde la cámara delantera pasa casi desapercibida. El usuario solo verá un pequeño círculo perforado en la pantalla que ocupa 4,50 mm y esconde un sensor de 25 megapíxeles. Para muchos, este agujerito es el sustituto del notch que, dicen, tiene los meses contados, y permitirá mantener un diseño cuidado y una estética como nunca antes se había visto en el mundo smartphone.

De todas formas, seguro que no hemos oído la última palabra en diseño e integración de cámaras en los smartphones. Entre los primeros modelos con implementaciones tan explícitas como la del J-Phone que hemos visto o la sutileza de la perforación del View20, nos hemos dejado en el tintero formatos deslizables y, en general, la constante búsqueda del mejor emplazamiento para propuestas cada vez más mínimas y sofisticadas.

Es más, estas empiezan a no concebirse sin la aportación de la inteligencia artificial, sensores adicionales, avanzados chipsets y la nueva generación de cámaras 3D que seguro que dará mucho que hablar. Todo esto forma parte del ADN del nuevo Honor View20 y son pautas obligadas en los modelos más avanzados que veremos próximamente.

Imágenes | GadgetizorRetromobeWikimedia/Asim18Wikimedia/Asim18Light smartphones