Xataka
Contenidos contratados por la marca que se menciona.

+info

El primer teléfono móvil del mercado costaba 3.995 dólares, unos 10.000 euros actuales. Un teléfono destinado a élites: apenas 300.000 personas pudieron disfrutarlo. Un aparato sin opciones de personalización donde su identidad residía en su alto precio.

Muchas veces hablamos de pesos y tamaños, pero pocas del coste real de los productos y su democratización. Hoy, el 61.43% de la población mundial cuenta con teléfono móvil. Una cifra que, en el año 2000, apenas era de un 12%. El despliegue tecnológico no ha hecho sino brindarnos, a millones de personas, opciones por las que nunca antes pudimos optar.

Una democratización que ha desembocado en más segmentos, más tipologías y más oferta. De los diseños austeros y uniformes, del plástico gris, el fósforo verde o las carcasas monocromo a una eclosión de wearables personalizables. Las marcas ya no eligen por ti, tú decides entre una amplia gama de opciones.

El día que un smartphone se metió en tu bolsillo

Personalización

Algunos de nosotros, los llamados millennials y parte de la generación Z, hemos vivido parte de esta explosión, del casete enganchado al cabezal del reproductor a la suscripción mensual de Spotify, del analógico más tosco al digital más inmediato. Apenas terminamos de aprender a usar un sistema operativo, ya estamos coqueteando con la versión beta de otro nuevo.

Es obvio que en este proceso hemos vivido cambios estructurales, pero también emocionales. Dentro de la mercadotecnia tradicional se ha priorizado el mensaje, la forma en la que un gadget conecta con lo que somos a nivel identitario.

Tal y como estudia el neuromarketing, gran parte de nuestras compras atienden a razones emocionales, a la atmósfera de la tienda o pasarela de compra y las sensaciones que nos transmiten. Y cuanto más rápida es esta adquisición, más irracional. ¿Cómo satisfacer una compra un tanto impulsiva y genérica? Mediante personalización.

Si buscamos en un diccionario el contexto histórico del concepto tunning, nos toparemos con dos acepciones, la vinculada al tuneo de vehículos y la que habla de modding informático. Ambos cuentan, desde finales de los 70, con miles de adeptos que configuran el interior y exterior de sus adquisiciones, que decoran e hipervitaminan la mecánica y estética con el fin de convertir lo genérico en algo único.

Esta filosofía desencadenó su propia subcultura. Y nacieron las ferias del tuning, las Campus Party con cientos de usuarios convirtiendo sencillas torres de PC en verdaderas obras de arte tecnológico, incorporando mejoras de otros territorios como la termodinámica, acústica y otras disciplinas. Lo mismo podemos decir de una buena funda móvil: concede mayor seguridad en caso de caída o impacto y sirve como lienzo para una decoración personalizada.

El día que ese smartphone adquirió nombre propio

En el mercado de la telefonía, hace apenas dos décadas la oferta se acotaba a dos grandes segmentos de precios y tipologías, sin personalización: el muy barato y limitado en funciones y aquel que aspiraba a satisfacer las exigencias profesionales. Algunos fabricantes aspiraban a menos, presentando un único modelo genérico, frente a las habituales flotas semestrales de hoy día.

De fundas, cargadores, coronas de smartwatch o estuches protectores ni hablemos: todos eran idénticos. Aunque mira ahora: fundas de resina, tipo bumper, de piel, con certificación militar —existen hasta fundas de carbono—, tipo libro, rugerizadas, con batería propia y con bolsillos para tarjetas. El punto donde el commodity y la identidad se dan la mano.

Hasta que algunos fabricantes, entre los que destaca HONOR, dieron un paso adelante y comenzaron a presentar ediciones especiales o limitadas. Desde un punto de vista conceptual, estos productos logran fidelizar a través de objetos exclusivos, fomentando cierto valor sentimental y conmemorando eventos especiales. Desde un punto de vista individual, estas nuevas funciones, decorados y complementos aportan un sentido de identidad, de que ese pequeño gadget que llevas todo el día en el bolsillo posee tu propia personalidad.

Protección y estilo

HONOR tuvo muy claro desde su nacimiento que no apostaría por ser una más en el mercado móvil, que tomaría riesgos y conectaría la tecnología al mundo de la moda y el arte como nunca antes. Un paso lógico en la cultura del audiovisual.

Y así se ha traducido en una nueva serie de elementos de personalización. Cuatro nombres propios y cuatro maneras de entender el arte: Jacky Tsai, Giovvanni Ozzola, Wang DongLing y Zhou Li, unidos para otorgar una nueva dimensión a las correas de los MagicWatch 2 y las fundas oficiales de los HONOR MagicBook 14, el nuevo portátil ultradelgado con procesador AMD Ryzen de la familia 3000.

¿Y qué tal se llevan una selección de artistas evolucionando sus trabajos en pintura y escultura sobre el territorio tecnológico? Viendo los resultados, de maravilla. Además, todos los diseños cuentan con sus propias esferas del reloj a juego, disponibles para descargar desde la aplicación Huawei Health.

Jacky Tsai, icono del arte y la moda asentado en Londres y conocido por el cartel de Alexander McQueen (2018), es uno de los artistas contemporáneos que han colaborado creando el diseño de edición limitada para el MagicWatch 2 y las fundas del HONOR MagicBook 14. Ha llamado a su obra ‘Floral Horse’, y combina la tradición e influencia china del cerezo y el arte natural con salpicaduras de color y técnicas de vanguardia.

Nacido en Florencia en 1982, Giovvanni Ozzola es un artista residente en las islas Canarias conocido por sus instalaciones en espacios tan emblemáticos como el Mori Art Museum en Tokio, Tate Modern en Londres o el Fosun Foundation en Shanghai. Sus colecciones ‘One Day’ y ‘Ficus’ combinan el arte urbano del graffiti con las estética sobria de bordes lisos, perfecto para quienes buscan algo cercano al blanco y negro, sin estridencias.

Personalización smartwatch

Por su parte, Wang DongLing, conocido como el mejor calígrafo vivo en China, lleva sus pinturas abstractas caligráficas —exhibidas en el Museo Metropolitano de Arte o el Museo Británico— a este nuevo territorio, trasladando el trazo del pincel blanco y verde oliva a la correa y esfera del MagicWatch 2.

Y por último, la artista Zhou Li, popular por sus hibridaciones mezclando múltiples medios como óleo, tinta, carbón y algodón, crea la pieza The Peach Garden-Pink – Lines NO.3 para dotar al MagicWatch 2 de HONOR de una profundidad sinestésica. Una conexión que encaja de forma orgánica y que nos recuerda que en la industria tecnológica no está todo dicho, que aún se puede evolucionar en términos de expresión artística y personalización.