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Cuando compramos dispositivos electrónicos, el hardware suele ser un elemento inamovible, aunque antaño era posible ampliar la memoria o cambiar el disco duro en un portátil, por ejemplo. En los PC de sobremesa sigue siendo factible realizar actualizaciones de muchos de sus componentes, pero en los portátiles o incluso en los mini PC y, por supuesto en los móviles, lo que compramos es lo que tendremos básicamente para toda la vida útil del equipo.

No obstante, los móviles sí son susceptibles de cambiar notablemente en el apartado del software durante el tiempo que los tengamos en servicio. Estos cambios son responsabilidad de las actualizaciones periódicas que los fabricantes liberan para mejorar funcionalidades o para corregir problemas que pudieran surgir que no estuvieran contemplados en el momento de la comercialización del producto.

En este punto tenemos que hablar de las capas de personalización. Android es el sistema operativo por antonomasia de los terminales móviles, con la excepción de los que usan iOS y variantes de Android como Cyanogen OS. Pero muchos fabricantes han optado por desarrollar sus propias interfaces diferenciadas en mayor o menor medida de la interfaz “pura” o stock del sistema operativo de Google.

En busca del rendimiento máximo

Hay fabricantes y usuarios que tienen una especial afinidad por Android puro, renegando de todo aquello que se instale de fábrica. El llamado bloatware se consideraba una lacra en los tiempos en los que el hardware de los móviles era el “justito” para que hicieran lo básico. Entonces, cualquier aplicación que exprimiera mucho los recursos hacía que todo fuera más lento.

Ahora, salvo modelos de gamas muy bajas, todos los teléfonos exhiben unas prestaciones suficientes como para mover varias aplicaciones a la vez. Además, el rendimiento de los procesadores, la memoria y el sistema de almacenamiento permite que la experiencia de uso sea suficientemente ágil como para no tener que esperar a que el sistema acabe de hacer algo para recuperar el control del móvil. La moraleja es que las capas de personalización, a día de hoy y salvo para terminales de gamas muy bajas, no necesariamente son un cuello de botella.

Es más, las capas de personalización añaden aplicaciones adaptadas y optimizadas para el hardware. Por ejemplo, los móviles con doble o triple cámara llevan una app de cámara especialmente diseñada para sacar partido a sus funciones, capaz de «hablar» con el procesador de imagen o ISP que integren los terminales en cuestión. También es frecuente que otras apps como la galería de imágenes, la grabadora de voz, el explorador de archivos o las herramientas de diagnóstico estén a cargo del fabricante del terminal y de su capa de personalización.

Mantener al día un terminal no es sencillo

La ventaja que presentan los terminales que usan una interfaz pura, sin capas añadidas, es la de estar en disposición de recibir las actualizaciones oficiales de Android al mismo tiempo o poco tiempo después de que Google las libere.

Por otro lado, Google no se arriesga y sus actualizaciones son bastante «genéricas», por lo que los fabricantes que quieran optimizar el sistema operativo para sus tecnologías tendrán que realizar sus propias modificaciones sobre los updates. Google prioriza la estandarización del sistema operativo para que funcione sobre el mayor número posible de dispositivos, pero está en manos de los fabricantes añadir sus elementos de personalización.

Las capas de personalización, como decíamos, exprimen al máximo las posibilidades del hardware para el que están diseñadas. Fabricantes como Huawei y Honor usan, sin ir más lejos, la capa EMUI sobre Android. EMUI 8 sobre Android 8 y EMUI 9 sobre Android 9.

Las actualizaciones, en este caso, tienen que manejar dos variables: por un lado la del propio sistema operativo, y por otro la de la capa EMUI. Estas actualizaciones llegarán a millones de terminales, por lo que cualquier error en la puesta al día de los mismos podría ocasionar un cataclismo inutilizando a un número de usuarios muy elevado. Como consecuencia, las puestas al día de los terminales con capas de personalización llegan más tarde que las de los terminales stock.

A cambio, tenemos más funcionalidades en áreas como la cámara de fotos o la navegación mediante gestos o en las herramientas de mantenimiento y diagnóstico.

Sin prisa, pero sin pausa

Las actualizaciones del sistema operativo pueden ser de dos tipos. Por una parte, están las de seguridad, o parches, que tienen una periodicidad aproximadamente mensual, salvo que sea oportuno atajar una amenaza puntual entre medias.

Las actualizaciones «mayores» tardan en llegar varios meses por lo general. Si es que llegan. Los smartphones de gamas más altas están más cuidados que los de gamas más bajas, que posiblemente se queden con el sistema operativo que traían al ser comprados.

Las gamas más altas reciben al menos una gran actualización, y en muchos casos dos, aunque haya que esperar para ello bastante tiempo en algunos equipos. Pueden darse primero en unos países que en otros, con políticas de updates que varían incluso con los operadores y los terminales que distribuyen como parte de sus servicios para los clientes.

Terminales como el Honor 8X son un buen ejemplo para ilustrar el proceso de actualización. Honor 8X viene de fábrica con el sistema operativo Android 8.1 y la capa de personalización EMUI 8.2. De momento, ha recibido los parches de seguridad de septiembre y octubre, junto con alguna mejora menor.

Honor, por otro lado, se está dando prisa en actualizar sus productos. La actualización a Android 9 Pie junto con EMUI 9 tiene prevista su llegada para principios del año próximo para un buen número de modelos de sus gamas con procesadores más potentes, incluyendo el Honor 8X.

Además, la firma china emplea las actualizaciones para introducir mejoras sustanciales. Un ejemplo notable es la tecnología GPU Turbo, que mejora el rendimiento en juegos al tiempo que reduce el uso de energía y que ha sido llevada a los sellos Honor y Huawei a través de actualizaciones del firmware.

Actualizar o no actualizar

La pregunta clave es si es conveniente actualizar el terminal cuando «salta» el aviso. Si nos centramos en los parches de seguridad «menores», la respuesta sería sí. Estos solventan vulnerabilidades del sistema que usan los hackers para tomar el control de nuestros dispositivos o de las aplicaciones.

Para las actualizaciones «mayores», la respuesta no es tan categórica. En la lista de cambios que las acompañan se pueden ver los elementos que se han eliminado, añadido o modificado, por lo que podremos decidir si nos interesa o no.

Si no estamos especialmente ansiosos, o si dependemos de nuestros dispositivos para trabajar, esperar unos días suele ser una recomendación segura. En caso (poco probable) de que haya alguna incidencia, nos habremos librado de poner en riesgo nuestros datos.

Con todo, siempre es mejor hacerlas usando una conexión WiFi. El tamaño puede ser mayor de 1 GB en algunos ocasiones. Este es el motivo también de que los fabricantes no lancen un update a todos los terminales a la vez. El consumo de ancho de banda sería muy alto. De otro lado, si hay errores, es más fácil detectarlos sin que estén afectados todos los smartphones.

Las apps también se revisan, y mucho

Otro tipo de actualización con el que convivimos cotidianamente es el de las apps que tengamos instaladas. Estas se renuevan con una frecuencia mucho mayor que el sistema operativo. En este caso, la política es la de actualizar cuando sea posible. Los desarrolladores de apps están constantemente optimizándolas.

Como antes, es mejor aprovechar una conexión WiFi. El tamaño no es muy grande; pero, si sumamos el de todas las apps y la frecuencia de actualización, lo suyo es que usemos una WiFi salvo excepciones.

ROMs «cocinadas», manuales y beta

Otra forma de modernizar los equipos es mediante las llamadas «ROMs cocinadas». Es decir, se trata de actualizaciones creadas por usuarios expertos que ofrecen las versiones más recientes de los sistemas operativos junto con aplicaciones «curadas» por ellos mismos para mejorar funcionalidades.

Esta clase de ROMs se encuentran en portales como XDA-developers, aunque no es recomendable afrontar una actualización de este índole a no ser que se sepa muy bien lo que se está haciendo.

Otra manera de acceder a las actualizaciones es a través de los programas beta, donde se abre el acceso a un número reducido de usuarios interesados en probar lo último de lo último antes que nadie. Cada firma tiene diferentes canales para acceder a estos programas. En Honor, puedes visitar este enlace (en inglés) para hacerte una idea acerca de cómo enrolarte.

Actualizar, sí

A modo de resumen, podemos decir que las actualizaciones son una tarea que es conveniente llevar a cabo tan pronto como sea posible. A través de WiFi para no gastar datos, eso sí. Las únicas actualizaciones que podemos posponer son las que suponen el paso de una versión de Android a otra, como está a punto de suceder o ya ha sucedido con Android 9, que está llegando progresivamente a los terminales que llevaban Android 8.

Las capas de personalización de algunas firmas, hace años sí que afectaban al rendimiento y eran muy mejorables. Pero, a día de hoy, incluso mejoran el comportamiento de la interfaz y del hardware. Y las actualizaciones empiezan a estar cada vez más cerca de la fecha en la que Google lanza sus actualizaciones originales.